ARTÍCULO DE REFLEXIÓN
La teoría de la cultura del miedo se difundió entre un pequeño grupo de críticos intelectuales en Argentina y España estos últimos años. Esta hablaba del impacto negativo de los medios masivos de comunicación en el bienestar y comportamiento de la gente respecto a su entorno. Para un mejor entendimiento de esta teoría, se puede ver el video de Eduardo Galeano y el de Salvados.
Se dice que en Lima, uno sale a la calle a pelear, no por gusto sino para poder lograr sus metas. Esta lucha callejera encubierta se da contra otros civiles quienes, así como uno, parecen estar en medio de un campo de batalla donde gana el que más grita o golpea más fuerte. Uno sale con la ideología "o los cago, o me cagan". A esto se suma la ley de la selva moderna, con la que gana el más fuerte. Aquí, el que tiene más plata o es más grande tiene las de ganar; y esto genera una paranoia en quienes se perciben más pequeños o menos ricos, volviéndolos más agresivos de lo que normalmente son (ya se hablará de este síndrome en un siguiente artículo). Si bien somos un país democrático, esta democracia nos ha llevado a reciclar las reglas de forma burda, ejercer reglas a nuestra manera y seguir "jalando para nuestro propio molino" sin considerar el bien de todos.
El problema en cuestión es la paranoica seguridad ciudadana. Vivimos paranoicos pensando que tenemos que asegurarnos siempre de todo y de todos porque nuestra integridad corre peligro. De acuerdo a un simple y breve análisis cualitativo, este problema de paranoia por la seguridad es causado por dos variables: (1) Nuestra actitud negativa hacia la gente desconocida en la calle y (2) el subdesarrollo en cuanto a instauración e implementación de leyes civiles o de convivencia por parte de las autoridades legítimas. En este primer artículo (parte I) se desarrollará sólo la primera variable, que es la más fácil de modificar (si queremos).
¿Por qué no somos capaces de tener consideración por el otro en la calle?
Una teoría lanzada al aire es la cultura del miedo. Por causa de prejuicios negativos a los desconocidos de la calle, sentimos miedo y nos comportamos anticipadamente de una forma hostil y reactiva con los otros (véase la teoría tradicional de Orientación a la Dominancia Social), incluso hasta paranoica. A esta, se suma la teoría (más bien una hipótesis) del resentimiento. Fuimos heridos una vez, entonces nuestro cerebro se reprograma para que a la próxima estemos más alertas y ya tengamos una "estrategia de estocada", sin importar quién sea el agredido; basta que el otro de un indicio de ser una amenaza y saltaremos de inmediato como un resorte dañino y mordaz. Si lo dañamos como a nosotros nos dañaron, nos sentiremos mejor. Esta idea de sentirse mejor si el otro se siente peor -o si lo hacemos sentir peor- se ve reflejada en nuestra cultura gracias a nuestro comportamiento: "Salimos a cagar porque sino nos cagan". Así, el miedo y el resentimiento son emociones que pueden bloquear nuestra forma racional de pensar, y nos volvemos menos aprehensivos y más ofensivos con el prójimo en casos particulares. Creemos que todos van a hacernos daño.
Hace unos años, el autor de este artículo hizo una tarea de investigación (la evidencia necesita ser enriquecida con mayor muestra) acerca de la experiencia de estudiantes extranjeros en Lima. Respecto a la percepción de inseguridad ciudadana, se llegó a una conclusión cualitativa rápida: "los extranjeros que han vivido por más de un mes en Lima perciben esta ciudad como menos peligrosa que lo que los propios ciudadanos afirman que es". En Lima, así como los rompemuelles (también llamados "rompecarro"), las rejas y lo wachimanes abundan porque mucha gente invierte dinero en ellos y los solicita. Se han puesto de moda porque según las noticias, "Lima es una ciudad insegura", y su gente lo reafirma en las calles. No es de sorprendernos que prefiramos asegurar nuestra vida a costa de la vida del otro; esto es algo arraigado a nuestra naturaleza y detrás de todo está el miedo de perecer.
Por un lado, las nuevas generaciones parecen ya haberse adaptado a este "salir a pelear" diario (algunas ya salen peleando desde el vientre) y se vuelven "insensibles" ante una "falta de consideración" o tienen otro concepto de lo que es el "respeto" (un término que aún da paso a muchas ambiguedades). No se sabe hasta qué punto llegarán a cambiar los cánones de conducta, si las generaciones que vienen serán más "duras", "hoscas", "brutas" o tal vez más fuertes ante un devenir incierto y probablemente hostil. Por otro lado, se tiene a las generaciones tradicionales. Lamentablemente, las generaciones más antiguas, a causa de los cambios bruscos del sistema social, desarrollan miedo y algunas no pueden adaptarse al nuevo ritmo de la ciudad, incluso no llegan a comprender del todo la causa de la agresión y esta nueva sensación que les da "Lima la peligrosa"; algunos se paralizan o ensimisman en sus casas y otros se vuelven "renegados de la vida" y actúan "a la defensiva con todo el mundo". ¿Quienes estarán actuando bien? ¿Los adultos conservadores o los jóvenes modernos?
Cabe tomar este párrafo para hacer un paréntesis (obviamente por un motivo acorde con el fin de este artículo) y afirmar que a más moderna y avanzada se vuelve una ciudad, mayor es el uso de tratamientos psiquiátricos. ¿Por qué? Porque la gente sufre más patologías a causa de dos factores sociales: la tendencia egocentrista generalizada de la gente moderna y el hacinamiento urbano desadaptativo. Respecto a la primera, nuestra sociedad actual y globalizada parece estar adoptando la idea hedonista de que cada uno es un "ragio, divino, merecedor de todo, digno de cinco minutos de fama a lo superstar en Facebook" y que no necesita de los otros, sino de sus propios "dones", para conseguir sus ambiciosas metas. Por otro lado, como se mencionó, se tiene el hacinamiento urbano desadaptativo, la gente empieza a ser un estímulo estresor antes que un estímulo de bienestar; en otras palabras, la gente "empieza a apestar". Un lugar donde la gente empieza a hacerse repulsiva una a la otra y donde faltan leyes de convivencia, es un lugar destinado al colapso.
En síntesis, ante tantas hipótesis y teorías, se puede decir que la causa de nuestra falta de consideración al prójimo se debe a los tres siguientes factores individuales o internos:
- Miedo (a fracasar, a salir herido, a perecer)
- Resentimiento (ira contenida de experiencias pasadas)
- Egocentrismo crónico (forma de pensar en la que uno es el centro del universo)
Existen factores externos, como el hacinamiento urbano desadaptativo, pero este tema forma parte de los factores externos que influyen en la paranoica cultura de seguridad de los limeños, por tanto será desarrollado en la siguiente parte de este artículo.
Foto del personaje de videoclip "Dig" de Incubus (encapsulado en una especie de robot, réplica de sí mismo), quien parece estar sufriendo de una crisis de resentimiento y egocentrismo crónico. Chéquen el video con lyrics: Dig - Incubus |
La respuesta a esto es complicada. Tendríamos que cambiar el chip de todos, o pensando a lo nazi, matarlos a todos y construir una nueva nación (eso incluiría matarnos a nosotros mismos ya que todos estamos cortados por la misma tijera, mirémonos al espejo).
Una forma, aunque pasiva y lenta, de solucionar el problema es -siguiendo la lógica del granito de arena- haciendo el ejercicio mental de ver en el otro a uno mismo (ver como referencia, el corto "Mírate a ti mismo en otros (Tribeca Film Festival, 2017)"). Es difícil, pues uno se topa con tanta gente en la calle que no podría identificarse con todos. Sin embargo, incluso la decisión tajante de ver en el otro a uno mismo podría disminuir la sensación de miedo y generar empatía, que no es nada más que generar una conexión con la otra persona, al punto de sentir lo que esta siente.
Una forma, aunque pasiva y lenta, de solucionar el problema es -siguiendo la lógica del granito de arena- haciendo el ejercicio mental de ver en el otro a uno mismo (ver como referencia, el corto "Mírate a ti mismo en otros (Tribeca Film Festival, 2017)"). Es difícil, pues uno se topa con tanta gente en la calle que no podría identificarse con todos. Sin embargo, incluso la decisión tajante de ver en el otro a uno mismo podría disminuir la sensación de miedo y generar empatía, que no es nada más que generar una conexión con la otra persona, al punto de sentir lo que esta siente.
Foto extraída de lifehopeandtruth.com, inspirada en el resentimiento y el intento de una de las partes por resolverlo. |
Entonces, como inferencia momentánea, si nuestra ciudad no está en estado de emergencia (como lo estuvo en la época del terrorismo, por ejemplo), no hay motivo para estar a la defensiva y tener cero consideración por el otro ciudadano. De lo contrario, estaríamos ayudando a comprobar la hipótesis de que el peor depredador de un ser humano es otro ser humano. De ser esta teoría cierta, es muy probable que en el futuro, más de la mitad de la población de la tierra tenga que desaparecer, a causa de recelos y rencillas innecesarios. Entonces, salgamos a la calle y atrevámonos a mirar con otros ojos a las personas: ¿Qué harías si esa otra persona contra la que vas a arremeter fueras tú o alguien a quien amas mucho (e.g. progenitor)? Piénsalo :)
Nota: En la parte II de "La paranoica seguridad ciudadana: Introducción" se reflexionará acerca de las soluciones a nivel macro, que parten ya no desde cada individuo sino de políticas ejecutadas por las autoridades.
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