ARTÍCULO DE INFORMACIÓN
¿Por qué los insultos son como puñetazos?
El daño psicológico se da mediante la comunicación, el lenguaje. Las palabras, operacionalmente, son un conjunto de sonidos emitidos a través de la garganta humana, los cuales, independientemente de su naturaleza física, al ser agrupados de cierta forma, forman significados. Una frase sin sentido sólo podría hacer daño si esta se dice con alto volumen y muy cerca del oído de alguien (puede dejarl@ sord@); esta debe tener un significado para tener un efecto tangible. Un ratón puede escuchar palabras humanas pero no las entiende (si las ratas tan sólo supieran que las mencionamos para insultar a alguien). Estas palabras tienen un impacto sólo si su significado ha sido aprendido por el receptor anteriormente.
Hay estímulos (palabras) que llevaron significados relacionados estrechamente a amenazas físicas, que hoy en día no tienen validez alguna (ya no están vigentes) pero siguen causando estragos en nuestro equilibrio emocional. Es decir, por ejemplo, si alguien nos dice "te mato", sabemos, por su significado, que algo malo nos podría pasar. Incluso si esta frase es de broma o figurativa, podríamos inmutarnos y sentirnos mal, dependiendo del contexto (como cuando la tía malévola se enfurece con el sobrino que rompió el jarrón de porcelana china). Asimismo, en épocas y contextos determinados de la historia, se usaba palabras como "rochabus", usada ahora para aludir al argot "roche", pero puede que exista gente susceptible a esta palabra así sea usada en un juego de palabras, por la simple razón de que vivió en una época en la que un rochabus realmente implicaba un peligro tangible; la frase "toque de queda" significaba quedarse en casa como enjaulado y no poder salir a alguna parte porque afuera "te matan", y hoy en día sigue generando cierto nivel de pánico en la población al ser mencionada, cuando en realidad ésta puede referirse a una canción figurativa tan bella como la de Drexler (véase album Cara B). La gente introduce ciertas palabras a sus culturas, con base en vivencias anteriores, ya sean propias o ajenas, y las dicen o interpretan de tal forma que pueden llegar a ser tan reales como cualquier estímulo físico. Y es que las palabras tienen gran influencia en la psique y el comportamiento de las personas. Si alguien dirige hacia nosotros la palabra "mezquino" en voz alta en un centro comercial, podemos inmutarnos porque sentimos que la gente cercana puede llevarse una primera mala impresión de nosotros y, efectivamente, ésta se aleja de nosotros y puede hasta despreciarnos (así funcionan muchas etiquetas estigmatizadoras); y de repente más mezquina es la persona que nos llamó "mezquinos" que nosotros mismos.
Asimismo, existen palabras no verbales, mejor conocidas como señas; por ejemplo, el levantar el puño a la altura de la frente o del hombro puede tener una connotación de amenaza para alguien o la presencia de un grupo peligroso en el lugar; el poner la palma de la mano frente al rostro de alguien puede significar indiferencia o rechazo para esa persona; así como pasar el dedo índice alrededor del propio cuello puede indicar amenaza para alguien y efectivamente, traer circunstancias atroces para ciertas personas (véase el caso de Haffaz Aladeen, protagonista de la película El Dictador). Hay miles de ejemplos a lo largo de la historia, con señas y símbolos que pudieron haber provocado muertes de forma indirecta. Incluso, así no impliquen muerte, hay ciertas señas que están prohibidas en ciertos lugares. Por ejemplo, en los parques de Disney, el personal está prohibido de levantar el dedo índice más arriba de la altura de los hombros de un cliente, porque esto puede generar intimidación o agresión psicológica. Puede que esta política organizacional de la empresa esté bien justificada. Pero existen casos en los que se veta ciertas palabras o señas, por los estragos sociales que podrían ocasionar.
El absurdo poder de las palabras
Entonces, ante lo dicho, se puede decir que las palabras tienen gran poder. Así como cuando uno recibe varios y constantes puñetazos, podría morir, el continuo lanzamiento de palabras hacia una persona puede abrumarla, deprimirla y enfermarla fisiológicamente (McEwen & Stellar, 1993). Este poder de las palabras puede ser realmente absurdo en muchos casos, generar daños socio-emocionales o conflictos cuando no deberían. Pero es un hecho: al usar ciertas palabras con ciertas personas, podemos herirlas sin lugar a dudas, o perjudicarlas.
También ocurre que mientras algunas palabras perjudican a ciertas personas, estas mismas palabras pueden resultar neutras para otras o incluso generarles confortación y serles benéficas. Así de mágicas son las palabras, tan múltiple sentido, tan pérfidas. Al decir "fuego", alguien puede alcanzarte cordialmente un encendedor, como también aniquilar a alguien con una escopeta. De hecho, debemos ser cuidadosos con lo que decimos y cuándo lo decimos.
No obstante, este no es motivo para ponernos paranoicos con cada palabra que decimos o escuchamos, ya que existen fenómenos como la "adaptación al dolor" (véase Hodges & Tucker, 2011), la cual puede aplicarse al problema del dolor social (véase "resiliencia"); o también, mucho más fácil, mecanismos de defensa que transforman las palabras feas en cosas muy hermosas y confortantes, ya sea para el emisor o para el receptor. Y por último, podemos entrar en razón de que las palabras son sólo eso, simples palabras, sonidos a los que se les otorga un significado subjetivo. Además, existen maneras adecuadas de manejar las palabras y evitar conflictos mayores. Pero si somos de los que creemos que éstas tienen tal poder, entonces, en lo posible, no las usemos para matar gente, sino para restaurarla o revivirla.
Referencias: También ocurre que mientras algunas palabras perjudican a ciertas personas, estas mismas palabras pueden resultar neutras para otras o incluso generarles confortación y serles benéficas. Así de mágicas son las palabras, tan múltiple sentido, tan pérfidas. Al decir "fuego", alguien puede alcanzarte cordialmente un encendedor, como también aniquilar a alguien con una escopeta. De hecho, debemos ser cuidadosos con lo que decimos y cuándo lo decimos.
No obstante, este no es motivo para ponernos paranoicos con cada palabra que decimos o escuchamos, ya que existen fenómenos como la "adaptación al dolor" (véase Hodges & Tucker, 2011), la cual puede aplicarse al problema del dolor social (véase "resiliencia"); o también, mucho más fácil, mecanismos de defensa que transforman las palabras feas en cosas muy hermosas y confortantes, ya sea para el emisor o para el receptor. Y por último, podemos entrar en razón de que las palabras son sólo eso, simples palabras, sonidos a los que se les otorga un significado subjetivo. Además, existen maneras adecuadas de manejar las palabras y evitar conflictos mayores. Pero si somos de los que creemos que éstas tienen tal poder, entonces, en lo posible, no las usemos para matar gente, sino para restaurarla o revivirla.
Eisenberger, N. 2012 The neural bases of social pain: Evidence for shared representations with physical pain. Psychosomatic Medicine, 74(2): 126–135.
McEwen BS & Stellar E. (1993). Stress and the individual. Mechanisms leading to disease. Archives of Internal Medicine, 153 (18) 2093-101.
Hodges, P. & Tucker, K. (2011). Moving differently in pain: A new theory to explain the adaptation to pain. PAIN,152, S90–S98
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