lunes, 30 de enero de 2017

Peruanos: Maleducados, incultos e infelices

ARTÍCULO DE INFORMACIÓN

Hace un tiempo pensé que éramos muy fatalistas para sentirnos mal siendo peruanos; y yo decía que todo es relativo, que pese a ver a Perú perder en futbol todos los años, escuchar que "sólo le ganamos a Haití en educación" e inferir que somos unos "cholos feos, brutos y pobres", teníamos a Cristal para apaciguar las penas, nuestra cocina riquísima, Acurio, Mulanovich, el voley y Machu Picchu; pensé que con eso nos bastaba para ser una nación feliz. Pero me di cuenta de que ni siquiera somos felices. Para mi, el objetivo del ser humano en esta vida es ser feliz; quien tiene todo lo mejor pero no es feliz, entonces no tiene nada. Muy aparte de saber que eramos pobres en educación y en sí un país subdesarrollado, lo que me alarmó fue que somos el país menos feliz de Latinoamérica después de Paraguay.


Estudio de Jorge Yamamoto
Bajos en Educación


Según la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD), Perú está en el puesto 64 de 70 en educación, es decir, muy por debajo de la media. Los tests del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA) de la OECD evalúan el nivel de educación en los países, es decir si los jóvenes (16 años) de un país están bien preparados para desempeñarse en el contexto socio-económico global actual, con base en sus conocimientos y habilidades en tres áreas: Ciencias, Matemáticas y Lectura.


La educación es un buen indicador de desarrollo social y calidad de vida (Eurostat, 2013); además, bajo ciertas circunstancias, puede ser un buen predictor de bienestar (Crocker, 2002). Pero este tema debe discutirse en un ensayo aparte. Entonces, volviendo al tema, se ha probado que la educación adecuada y contextualizada es importante para el desarrollo saludable de un país y que sin educación estamos destinados a fracasar en nuestra adaptación (supervivencia óptima) como nación y como especie. Es decir, ya podemos ir prediciendo nuestro destino como nación si seguimos el camino de siempre en cuanto a formación educativa. Por ejemplo, de manera aleatoria, se me ocurre que seguimos dando énfasis a la Guerra del Pacífico, el sistema de castas de la colonia, la tabla del 6 y el caballo negro o azul de San Martín de Porres.  


Bajos en Cultura


A diferencia de la Educación, no hay medios objetivos y estandarizados para medir el nivel de cultura, ya que esta es más bien relativa (subjetiva). Sin embargo, se puede tener indicadores de si la cultura de un país es saludable para sus habitantes o destructiva para ellos. Pero antes de continuar, debemos definir cultura. En palabras simples, es la forma común de pensar, sentir y comportarse de un grupo social determinado (ver compilación de Spencer-Oatey, 2012). De esto es fácil inferir que la cultura es un factor determinante en el bienestar de un grupo de personas (e.g. un país) y su manera de funcionar como órgano social (Diener, Oishi & Lucas, 2003; Yamamoto & Feijoo, 2007). Si la cultura no es funcional ni promueve el bienestar entonces, hablando a secas, existe "algo malo" en ella. Gracias a la ciencia, existen diversos indicadores que nos pueden dar luz roja acerca de una cultura y su buen o mal impacto en un grupo humano. Estos indicadores son innumerables; sin embargo, existen algunos más relevantes que otros para el bienestar de la gente y merecen mayor atención de los especialistas.


Por ejemplo, un país cuya gente tiende a pensar que posee más cosas negativas que positivas como grupo social, probablemente tenga una baja autoestima colectiva como en caso de Perú (Espinosa, 2010) y por tanto tienda a sentirse mal. Asimismo, en cuanto a patrones de personalidad colectiva, el peruano limeño tiende a ser predominantemente egoísta, envidioso y chismoso en comparación con el peruano provinciano (Véase estudio Yamamoto, 2014, sobre la identidad peruana). Lo terrible es que el sueño limeño (ser exitoso a costa de los buenos valores) sigue vigente en las provincias; y hasta en la última punta del cerro o el árbol más alejado de la sabana, todos quieren alimeñarse. Esto, a largo plazo puede generar una pandemia psico-social en el país y volverse autodestructiva.          


Bajos en Bienestar subjetivo (Felicidad)


Finalmente, se tiene el bienestar subjetivo o felicidad, como fin último. El ser humano está en este mundo para ser feliz y serlo por la mayoría del tiempo en su vida. No tiene sentido haber desarrollado una infinidad de aspectos de nuestra existencia o haber acumulado bienes cuando no estamos satisfechos con nuestras propias vidas. Algunos grupos humanos son más felices que otros, esto es un hecho innegable. Se recalca: Hay familias, colleras, hermandades, tribus, países que son más felices que otros. A propósito, según el Happy Planet Index, Perú es un país que puntúa muy bajo en bienestar subjetivo en relación con sus países hermanos de Sudamérica. Es el único área en el mapa, junto a Paraguay, que figura en amarillo, mientras los otros en verde. Pese a nuestra tan mencionada riqueza en la literatura tradicional, no somos gente feliz. Existen varias explicaciones para esto, y algunas pueden radicar en nuestra cultura y nuestra educación.


Happy Planet Index

La cultura y la educación influyen en el bienestar subjetivo


Como se mencionó, la cultura tiene un rol determinante en el bienestar subjetivo ¿De qué vale tener a Machu Picchu y todo el legado incaico cuando no lo valoramos realmente (hasta los mismos cuzqueños -con mucho respeto- son los más insatisfechos del país; Yamamoto 2013)? La cultura incaica es una huella hermosa de lo que pudo ser una civilización impresionante, por no atreverse a decir perfecta (siendo muy utópicos), pero ¿qué ocurre, entonces? Tal vez ocurre que los peruanos, pese a tener un tesoro al costado, no sabemos valorarnos, y preferimos "mirar afuera", codiciar lo bueno del extranjero, pero no apreciar lo bueno en nosotros mismos (baja autoestima) y en nuestra gente (baja autoestima colectiva). En vez de apreciar al prójimo como peruano, lo minimizamos (ahí nuestra tendencia a cholear a medio mundo). Podría estar pasando que vemos en el prójimo, el otro peruano, a nosotros mismos y sólo apreciamos lo negativo porque supuestamente hay gente "mejor" allá afuera; y así viene nuestra frustración. Incluso, éste ensayo refleja la actitud frustrada del autor respecto a su grupo de pertenencia.       


Asimismo, la educación peruana, más que una herramienta para progresar colectivamente, se vuelve un arma para alcanzar el "éxito" en un mundo hostil. Así se ve nuestro afán por estudiar, perfeccionarnos, adquirir conocimientos y beneficios para protegernos del otro peruano (visto como indeseable, espejo de uno mismo) y no basta con eso, hay que "chancarlo", "cagarlo" para ganar. Esta también es una característica autodestructiva de nuestra sociedad. ¿Qué estará mal en nuestro sistema educativo? En educación primaria, seguimos enseñando lo mismo de hace 100 años (con algunas mínimas variaciones como "El Dios de Jacob"). Los niños en la selva saben cuál es el ave emblema de la capital del país (el condor, ¿el condor?) pero no saben cazar aves y cocinarlas adecuadamente para una correcta nutrición. Los llamados nativos en Ucayali aprenden el valor de las monedas y se vuelven ágiles en calcular el precio de su mercadería pero no adquieren competencias estratégicas financieras y al final, los mestizos de un pueblo un poco más colonizado terminan estafándolos o dándoles el precio que "se les viene en gana", sólo por ser "más vivos" y hablar un poco más y "mejor" el español.


Por otro lado, la educación superior en la capital se vuelve un arma más que una herramienta. Tenemos en Lima, más universidades que cualquier ciudad de un país desarrollado, les ganamos en cantidad universitaria pero no en calidad. Y calidad no es sólo la última tecnología en crecimiento financiero sino también responsabilidad social, sentido ético y aporte social. La gente paga millares para adquirir estrategias de crecimiento económico pero jamás adquirió una noción ética del sentido social del mundo, una noción de aprecio por el prójimo. ¿De qué vale tener la metralleta más moderna si la vas a usar contra tu propia gente? Estas evidencias demuestran que tenemos que reconfigurar nuestra cultura y educación. Este artículo ha comunicado críticas, pero no nos quedemos allí. No sólo reportemos el problema, solucionémoslo. Empecemos por ideas ¿Alguna?   


Links de referencias citadas (En proceso de citación):


http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/Quality_of_life_indicators_-_education


https://www2.warwick.ac.uk/fac/soc/al/globalpad/openhouse/interculturalskills/global_pad_-_what_is_culture.pdf


https://www.oecd.org/site/worldforum06/38303200.pdf

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/12172000

miércoles, 11 de enero de 2017

Tabaco, expectativa de vida y orientales (Parte 1)

"Fuma como chino en quiebra"

Esta frase de introducción se utiliza popularmente para referirse a una persona asidua al tabaco. Los "chinos" son legendariamente famosos por sus costumbres extrañas para el mundo occidental y occidentalizado. Muchos no son chinos en realidad, pero provienen de países asiáticos o descienden de etnias asiáticas (excluyendo países como Pakistán, India, Bangladesh y afines); pero igual son etiquetados como "secos para tratar (socialmente)", "numerosos en población", "explotadores", "de miembro viril pequeño", "descarnados", "eficientes negociantes", "cocineros exóticos", "descendientes de extraterrestres", "metódicos e inescrupulosos", "raros en sus actividades de entretenimiento", "maestros de artes marciales", "sabios en materias filosóficas", "genios inventores", "siempre primeros en las matemáticas, ciencia y tecnología", así como también "fumadores asiduos".

Existen infinitas etiquetas basadas en mitos alrededor de los grupos asiáticos, primero, gracias a las películas norteamericanas que siempre se han encargado de mostrar mundialmente al "oriental" como el tenaz enemigo, el descarnado malo de la película (véase películas buenas pero super trilladas como Pearl Harbor, El gran pequeño o Inquebrantable), el genio tecnológico que anhela su cajetilla de cigarros (e.g. El expreso del miedo) o el "chinito" geek que resuelve todo con máquina en mano (e.g. Los goonies o Raising Genius). Cabe hacer recalcar la excepción que se hizo con Bruce Lee y Jackie Chan (Aunque entrarían en la categoría de Karatecas). Pero si bien hay mitos, también hay indicadores de base empírica que revelan información válida y, sobre todo, real (o al menos más cercana a la realidad). Así, cada una de las primeras etiquetas mencionadas tiene un amplio campo de discusión y exploración empírica; sin embargo, este artículo se enfoca en la última característica ("fumadores asiduos") y su relación con los grupos asiáticos así como con sus expectativas de vida.   
Primero que todo,  es redundante pero sumamente importante recalcar que el consumo de tabaco esta altamente asociado con enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón, obstrucción pulmonar crónica y, evidentemente, muerte temprana. Evidencia científica revela que fumar crónicamente reduce la duración de la vida de la persona entre 4 (Murakami, Ueshima, Okamura, Kadowaki, Hozawa, Kita, Hayakawa & Okayama, 2007y 9 (Streppel, BoshuizenOcké, Kok & Kromhout, 2007) años aproximadamente.

Estadísticas

Consumo de tabaco. Si bien algunos países de Europa del Este lideran mundialmente en cantidad de fumadores per cápita, de acuerdo a The Tobacco Atlas, China es el país en el que más cigarrillos se consume en el mundo, seguido por Rusia, Estados Unidos, Indonesia y finalmente Japón. Entonces, el mito de "fuma como chino en quiebra" puede estar justificado. Sin embargo, cabe aclarar que en ciertas partes de China se fuma mucho menos. En Hong Kong, por ejemplo, aparte de haber gente con la más alta expectativa de vida en el mundo (Naciones Unidas, 2016), se fuma alrededor de un 60% menos que en China en general (Wikipedia, 2016). Así, la población china de esta zona rompería el mito generalizador. Por otro lado, pese a la alta tasa de consumo, Estados Unidos, China y Japón mantienen una expectativa de vida promedio más que aceptable.   

Expectativa de vida. De acuerdo a data de las Naciones Unidas, después de Hong Kong, Japón, Italia, Suiza y Singapur son los países que lideran en expectativa o esperanza de vida. Así entonces aparecería un dicho similar al de "más años que Matusalén": "Vive tanto como chino hongkonés" o "...como japonés". Luego se tiene a Suiza e Italia, países occidentales donde el consumo de tabaco es moderado, pero se empieza a tomar alcohol -consumo también asociado a la salud- desde muy temprana edad (14 y 16 años respectivamente); pero esa es otra historia (de corte occidental y con otro producto). 



Así como Japón, Corea del Sur es otro país que cae en la contradicción de tener alto consumo general de tabaco y alta expectativa de vida a la vez (de paso, también alto consumo de alcohol). Usualmente, "viciesillos" orales como el tabaco y el alcohol se asocian a algo "malo para la salud"; sin embargo, existe "algo" en estos países orientales que hace que su gente no se perjudique tanto por el consumo de estos. Haciendo un paréntesis y yendo a occidente, la mujer más longeva del mundo, la italiana Emma Morano (116 años), come pocas verduras y también muchas harinas y pastas (BBC Mundo, 2006). Así, se rompe otro mito acerca de la ingesta y la salud). Volviendo a lo oriental, deben existir ciertos productos que permiten prolongar la vida. Está claro que el tabaco es un reductor de la vida (pese a ser un buen acelerador del metabolismo), pero el alcohol, por ejemplo, en ciertas cantidades (una copa de vino o vaso de cerveza diarios o interdiarios) puede ser hasta prolongador de la vida (Ellison, 1993; Moore, 2010 en Miller, WebMD). Así existen otros elixires como el té o algún brevaje exótico tradicional de ciertas zonas geográficas de Asia por ejemplo, que pueden aminorar efectos de productos tóxicos para el organismo. La pregunta es ¿qué productos son? si es que son productos.          

(Continuación Parte 2: 
¿Por qué fuman tanto y viven tanto?... No es que se intente justificar el consumo de tabaco, pero se infiere que no podemos ser tan radicales y pensar que fumar un cigarrito "¡nos va a matar!"...)  

Referencias pendientes: 
Streppel, M., Boshuizen, H., Ocké, M., Kok, F., & Kromhout, D. (2007). Mortality and life expectancy in relation to long‐term cigarette, cigar and pipe smoking: The Zutphen Study. Tobacco Control. 16(2): 107–113, doi: 10.1136/tc.2006.017715

Murakami, Y.Ueshima, H.Okamura, T.Kadowaki, T.Hozawa, A.Kita, Y.Hayakawa, T.Okayama, A. (2007). Life expectancy among Japanese of different smoking status in Japan: NIPPON DATA80. Journal of Epidemiology, 17(2):31-7.




lunes, 2 de enero de 2017

El poder de las palabras (Pt. 2): Hay palabras que pueden matar


ARTÍCULO DE INFORMACIÓN

Nos dicen que más duele el insulto de un padre, por poner un ejemplo, que su cachetada. Podemos insultar a un gato o ponerle un nombre feo y el gato no cambiará sus motivaciones ni comportamiento (parecería que todo "le llegara" altamente). En el ser humano, esto es distinto. Si bien los humanos y otros mamíferos nos comportamos similarmente ante estímulos físicos (e.g. palmazos), hay estímulos abstractos como las palabras, que también nos pueden doler. Ya se ha comprobado que, al recibir un golpe emocional como el simple rechazo, las áreas del cerebro afectadas son casi las mismas que cuando se recibe un palmazo (la insula anterior y la porción dorsal de la corteza cingulada anterior del cerebro; Eisenberger, 2012). En neurociencias, esto es llamado "dolor social", el cual es tangible y tan real como el dolor físico.


¿Por qué los insultos son como puñetazos?



El daño psicológico se da mediante la comunicación, el lenguaje. Las palabras, operacionalmente, son un conjunto de sonidos emitidos a través de la garganta humana, los cuales, independientemente de su naturaleza física, al ser agrupados de cierta forma, forman significados. Una frase sin sentido sólo podría hacer daño si esta se dice con alto volumen y muy cerca del oído de alguien (puede dejarl@ sord@); esta debe tener un significado para tener un efecto tangible. Un ratón puede escuchar palabras humanas pero no las entiende (si las ratas tan sólo supieran que las mencionamos para insultar a alguien). Estas palabras tienen un impacto sólo si su significado ha sido aprendido por el receptor anteriormente. 




Hay estímulos (palabras) que llevaron significados relacionados estrechamente a amenazas físicas, que hoy en día no tienen validez alguna (ya no están vigentes) pero siguen causando estragos en nuestro equilibrio emocional. Es decir, por ejemplo, si alguien nos dice "te mato", sabemos, por su significado, que algo malo nos podría pasar. Incluso si esta frase es de broma o figurativa, podríamos inmutarnos y sentirnos mal, dependiendo del contexto (como cuando la tía malévola se enfurece con el sobrino que rompió el jarrón de porcelana china). Asimismo, en épocas y contextos determinados de la historia, se usaba palabras como "rochabus", usada ahora para aludir al argot "roche", pero puede que exista gente susceptible a esta palabra así sea usada en un juego de palabras, por la simple razón de que vivió en una época en la que un rochabus realmente implicaba un peligro tangible; la frase "toque de queda" significaba quedarse en casa como enjaulado y no poder salir a alguna parte porque afuera "te matan", y hoy en día sigue generando cierto nivel de pánico en la población al ser mencionada, cuando en realidad ésta puede referirse a una canción figurativa tan bella como la de Drexler (véase album Cara B). La gente introduce ciertas palabras a sus culturas, con base en vivencias anteriores, ya sean propias o ajenas, y las dicen o interpretan de tal forma que pueden llegar a ser tan reales como cualquier estímulo físico. Y es que las palabras tienen gran influencia en la psique y el comportamiento de las personas. Si alguien dirige hacia nosotros la palabra "mezquino" en voz alta en un centro comercial, podemos inmutarnos porque sentimos que la gente cercana puede llevarse una primera mala impresión de nosotros y, efectivamente, ésta se aleja de nosotros y puede hasta despreciarnos (así funcionan muchas etiquetas estigmatizadoras); y de repente más mezquina es la persona que nos llamó "mezquinos" que nosotros mismos.  



Asimismo, existen palabras no verbales, mejor conocidas como señas; por ejemplo, el levantar el puño a la altura de la frente o del hombro puede tener una connotación de amenaza para alguien o la presencia de un grupo peligroso en el lugar; el poner la palma de la mano frente al rostro de alguien puede significar indiferencia o rechazo para esa persona; así como pasar el dedo índice alrededor del propio cuello puede indicar amenaza para alguien y efectivamente, traer circunstancias atroces para ciertas personas (véase el caso de Haffaz Aladeen, protagonista de la película El Dictador). Hay miles de ejemplos a lo largo de la historia, con señas y símbolos que pudieron haber provocado muertes de forma indirecta. Incluso, así no impliquen muerte, hay ciertas señas que están prohibidas en ciertos lugares. Por ejemplo, en los parques de Disney, el personal está prohibido de levantar el dedo índice más arriba de la altura de los hombros de un cliente, porque esto puede generar intimidación o agresión psicológica. Puede que esta política organizacional de la empresa esté bien justificada. Pero existen casos en los que se veta ciertas palabras o señas, por los estragos sociales que podrían ocasionar.


El absurdo poder de las palabras


Entonces, ante lo dicho, se puede decir que las palabras tienen gran poder. Así como cuando uno recibe varios y constantes puñetazos, podría morir, el continuo lanzamiento de palabras hacia una persona puede abrumarla, deprimirla y enfermarla fisiológicamente (McEwen & Stellar, 1993). Este poder de las palabras puede ser realmente absurdo en muchos casos, generar daños socio-emocionales o conflictos cuando no deberían. Pero es un hecho: al usar ciertas palabras con ciertas personas, podemos herirlas sin lugar a dudas, o perjudicarlas.

También ocurre que mientras algunas palabras perjudican a ciertas personas, estas mismas palabras pueden resultar neutras para otras o incluso generarles confortación y serles benéficas. Así de mágicas son las palabras, tan múltiple sentido, tan pérfidas. Al decir "fuego", alguien puede alcanzarte cordialmente un encendedor, como también aniquilar a alguien con una escopeta. De hecho, debemos ser cuidadosos con lo que decimos y cuándo lo decimos.  

No obstante, este no es motivo para ponernos paranoicos con cada palabra que decimos o escuchamos, ya que existen fenómenos como la "adaptación al dolor" (véase Hodges & Tucker, 2011), la cual puede aplicarse al problema del dolor social (véase "resiliencia"); o también, mucho más fácil, mecanismos de defensa que transforman las palabras feas en cosas muy hermosas y confortantes, ya sea para el emisor o para el receptor. Y por último, podemos entrar en razón de que las palabras son sólo eso, simples palabras, sonidos a los que se les otorga un significado subjetivo. Además, existen maneras adecuadas de manejar las palabras y evitar conflictos mayores. Pero si somos de los que creemos que éstas tienen tal poder, entonces, en lo posible, no las usemos para matar gente, sino para restaurarla o revivirla.

Referencias: 

Eisenberger, N. 2012 The neural bases of social pain: Evidence for shared representations with physical pain. Psychosomatic Medicine, 74(2): 126–135.


McEwen BS & Stellar E. (1993). Stress and the individual. Mechanisms leading to disease. Archives of Internal Medicine, 153 (18) 2093-101.


Hodges, P. & Tucker, K. (2011). Moving differently in pain: A new theory to explain the adaptation to pain. PAIN,152, S90–S98