jueves, 29 de junio de 2017

La sonrisa no siempre es felicidad, y los noruegos lo saben

ARTICULO DE DISCUSION

"El día mundial de la felicidad no es el día de la carita feliz, ni de darse abrazos, tampoco de ver la mitad del vaso lleno, es el día de la carita preocupada porque la infelicidad se ha constituido en una pandemia mundial" 

Jorge Yamamoto - Especialista en investigación de la felicidad en el mundo. 

Fotografia de libro de Julien Bourrelle, por Carlos Racchumi

De acuerdo al Happy Planet Index Noruega, junto a otros países escandinavos, está en los primeros puestos de bienestar experimentado o felicidad mundial. Pero este artículo no se trata de alguna receta noruega para la felicidad (por cierto, el autor de este blog nunca ha estado en Noruega); sin embargo, la comunidad referida es una excelente evidencia de que tener siempre una sonrisa en el rostro no equivale a ser feliz. Al parecer, este pueblo escandinavo diferencia la felicidad permanente de la alegría momentánea que puede darnos el consumo de un estupefaciente, como se puede ver en la primera imagen. Julien Bourrelle, tras un acucioso estudio de la sociedad noruega, ha graficado en pocos trazos estados de ánimo básicos expresados en esta. El primer rostro de la izquierda en esta ilustración de Nicholas Lund simboliza a una persona feliz, tal como son los noruegos en un día regular de sus vidas. El ultimo rostro de la derecha puede simbolizar a lo que Jorge Yamamoto llama un "sonso alegre". 

Hay estimulantes como la marihuana o el alcohol que impulsan la liberación de dopamina, serotonina y GABA, ya conocidos neurotransmisores de la felicidad. Por ende, en el corto plazo, dichos estimulantes dan una sensación de "querer quedarte así para siempre", por causa de un reajuste artificial en el sistema de recompensas del cerebro (Contreras y Mancillas, 2005). Lamentablemente, nuestro sistema del animo sistema del placer son tan impredecibles que nada puede garantizarnos que estaremos de un humor determinado permanente por más de 3 o 4 días (por poner un número) con simplemente desearlo. Todos quisiéramos estar felices todo el tiempo, pero nuestro diseño psicobiológico es variable por motivos de adaptación y supervivencia humanas ancestrales (tema para discutir aparte). Sin embargo, en el mundo contemporáneo moderno, muchas personas se las han arreglado para alterar sus estados de ánimo, maximizar el placer y minimizar el displacer a toda costa. Esto, se insiste, no garantiza la felicidad. 
Algunos estupefacientes ejercen lo que se llamaría un efecto rebote (Gastain, 2010); por ejemplo, el alcohol te hace sentir "feliz" ahora pero en horas o/y días siguientes ejerce un efecto depresor que puede durar más tiempo que lo deseado (Lewis y June, 1990); y también ocurren efectos negativos más agudos con otro tipo de drogas (Gordon y Devinsky 2001). Entonces, pretender construir una vida feliz con base en el consumo no monitoreado de alcohol puede llevarnos a excesos que aparentemente nos traerán bienestar a corto plazo, pero en realidad nos podrían estar llevando a una fosa sin salida llena de malestar de por vida. En síntesis, beber alcohol no trae felicidad, sólo una alegría o sonrisas pasajeras, y -de acuerdo a Bourrelle- los noruegos lo saben.   
Así como con el alcohol, hay estimulantes menos nocivos que generan este mismo efecto rebote, en un menor grado. Al comer chocolate nos sentimos bien y corremos el riesgo de hacerlo siempre; pero los efectos secundarios finalmente ganan la batalla y ejercen un mayor efecto en nuestros niveles de felicidad; ya que nos volvemos adictos a los dulces y propensos a la obesidad, la alimentación ansiosa, entre otras enfermedades.

¿Entonces debería andar con "cara de palo" todo el tiempo?


Las culturas escandinavas son mitificadas como emocionalmente frías; sin embargo, de acuerdo a estudios recientes -como se mencionó al inicio-, lideran la lista de países más felices. ¿Hay una contradicción? No. Se puede ser una persona seria y feliz a la vez; sin embargo, esto no quiere decir que debamos buscar la seriedad para ser felices. Si nacimos en una cultura "alegre" o "expresiva" como la latina por ejemplo, podemos ser más felices aún. En el norte de Sudamérica y el Caribe hay gente muy amable, sonriente y, de paso, muy feliz. Pero, como ya se mencionó, hay sociedades que no necesitan practicar la expresión de sus emociones positivas para ser felices, como ocurre en el norte de Europa o varias partes de Asia. 

El videoclip de la canción "Despacito" grafica muy bien la felicidad vivida en el Caribe, donde la interacción positiva con el entorno social es primordial, aún más que el tener mucho dinero, fama, entre otros elementos valorados en la cultura occidental.  
Por otro lado, hay sonrisas genuinas, que "nacen del corazón" así como sonrisas forzadas o llamémoslas "sonrisas Mcdonalds". Estas últimas se presentan en una persona que, por trabajo o deseabilidad social, se ve obligada a mostrar una sonrisa de oreja a oreja cuando está "llevando toda la procesión por dentro". No obstante, la sonrisa y la expresión explícita y abierta de la alegría tiene muchos beneficios para uno mismo y para nuestro entorno social. Sí, sonreír es bueno. Se ha comprobado que, aunque uno esté de malhumor, si hace el esfuerzo de sonreír, no sólo disminuye sus niveles de estrés (Seaward, 2009) sino también aumenta la sensación de bienestar temporal (se genera alegría) (Lane, Nadel, Ahern, Allen, Kaszniak & Kazniak, 2000)Asimismo, sonreír a la gente puede generar un impacto positivo en la sociedad. La France y Hecht (1995), de acuerdo a un interesante estudio, sugieren que las personas que sonríen tendrían más probabilidades de generar simpatía en otras personas, e incluso en contagiar su sonrisa (Hatfield, Cacioppo, Rapson & Clark,1992). Entonces, una buena opción es buscar sonreír por fuera pero también y sobre todo, por dentro.
La Alegría y la Tristeza compartiendo un momento feliz juntas. Imagen de película "Intensamente"

Referencias online:

  • http://www.medigraphic.com/pdfs/medsur/ms-2005/ms051a.pdf
  • http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/074183299090007Y
  • Mehta G & Ticku MH  (1988)Ethanol potentiation of GABAergic transmission in cultured spinal cord neurons involves gamma-aminobutyric acid-gated chloride channels. J Pharmacol Exp Ther;346:55864.
  • http://www.tandfonline.com/doi/abs/10.3200/GENP.133.4.329-335
  • http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0146167295213002
  • Primitive emotional contagion. Hatfield, Elaine; Cacioppo, John T.; Rapson, Richard L. Clark, Margaret S. (Ed), (1992). Emotion and social behavior. Review of personality and social psychology, Vol. 14., (pp. 151-177). Thousand Oaks, CA, US: Sage Publications, Inc, xi, 311 pp.
  • Seaward BL (2009). Managing Stress: Principles and Strategies for Health and Well-Being. Sudbury, Mass.: Jones and Bartlett:258
  • Lane, L. Nadel, G. L. Ahern, J. Allen & Alfred W. Kaszniak (2000). Neural correlates of conscious emotional experience. Cognitive neuroscience of emotion (pp. 345–370). New York: Oxford University Press.


jueves, 8 de junio de 2017

"Hay golpes en la vida, tan fuertes". Yo lo sé: Analogía del maretazo

ARTÍCULO DE REFLEXIÓN

"¡Ahí viene la ola!" decían, y yo pensaba consternado "¡nos jodimos todos!". Recuerdo los maretazos que me caían cada vez que iba a la playa. Las primeras veces me paralizaba y esperaba a que el agua golpeara con toda su fuerza mi espalda o, incluso, me revolcara. Luego aprendí que podía correr hacia la orilla, escapar de la ola, pero también aprendí que el mar tiene más fuerza que uno, sea niño o adulto. Y así nades o te corras de la ola, hay momentos en los que es muy tarde para escapar, toda la espuma blanca de terror te revienta en el cuerpo. Mi padre me tuvo que enseñar "a la mala" a no temerle al mar, le agradezco, por eso tengo un espíritu ávido, de aventurero, pero aún así no aprendí si quiera a hacerle frente a una ola. Entonces me di cuenta de que la vida es la que se encarga de redondear tu aprendizaje, no tus padres o el profesor. Con aprendizaje, no hablo de matemáticas, lenguaje o inglés; hablo de aprender a vivir la vida. En el mar, saber la tabla del 6 no nos va a salvar de un buen maretazo. Continúo en un instante...   

Foto de yo y mi padre en el mar de Máncora, tras caer de kayak (pero seguíamos remando)


Vallejo hizo un poema que se ha hecho muy popular a nivel nacional y exterior. En especial el verso "hay golpes en la vida, tan fuertes. Yo no sé". No me quiero poner muy psicoanalítico ni romántico (aunque admito que me encanta), pero supongo que se puede interpretar mensajes subliminales en esta frase del gran escritor. El mensaje que he podido descifrar es el siguiente: 

  • "Hay Golpes en la vida": Hay cosas malas que nos ocurren.
  • "Tan fuertes": que nos afectan mucho no sólo física sino también psicológicamente. 
  • "Yo no sé": "me niego a saber", "sé que hay golpes tan fuertes que prefiero no saber de ellos". 
Esta última reacción, desde el psicoanálisis, se llama negación. Cuando algo es "muy malo para mi", ese algo "no existe... al menos para mi", "yo qué sé". Somos muchos los "Vallejos", por no atreverme a decir todos, pero al menos me incluyo. Negamos las situaciones malas que no podemos manejar ni soportar; se nos hacen tan insoportables que preferimos anularlas, extirparlas de nuestro conocer. Entonces de la negación emerge la conducta bastante conocida como conducta evitativa, la cual (como se imaginarán) consiste en evitar situaciones que uno considera malas para uno o con riesgo de serlo, al extremo de no querer ni salir de la habitación; en algunos casos esta conducta puede ser absurda. A veces, por salud mental, es bueno negar las cosas en nuestra vida, pero no vamos a vivir negando todo lo malo todo el tiempo. No existe algo peor que ponerse siempre de espaldas a los problemas. Lo podemos hacer, pero estaremos truncando nuestro desarrollo adaptativo, exitoso, como personas. Al negar, nos aliviamos temporalmente porque no lo vemos venir, sin embargo "El maretazo no tarda en llegar y darnos el golpe".   
    
Entonces, ¿que hacer ante el maretazo? 


La respuesta está en enfrentar. Se asume que la mayoría sabe el simple truco de pasar olas, entonces lo que se va a revelar en la siguiente parte del relato no es novedad. Al menos nadadores y surfistas lo aprenden -realmente lo aprenden a ejecutar- desde pequeños, por medio del ensayo error:

Pese a los esfuerzos de mi padre para "perderle miedo" al mar, faltó algo más para aprender a enfrentar un maretazo exitosamente. Experimentar por mi mismo. Entre los muchachos con quienes jugábamos en la playa, escuché muchos tips como "ponte de lado" para que la ola reventada no te golpee tanto y tal vez, "no entres, juega en la orillita nomás". Pero el mar se hizo para disfrutarse, y nunca fui de los que quiso quedarse en la orilla o tomando sol, me gustaba construir castillos de arena pero también pelearme con las olas. Entonces tuve que enfrentarme a muchas malas experiencias con el mar: agua con tierra en los ojos, sal en la nariz y garganta, golpes en la cabeza con la tabla de surfear, revolcones. Entonces uno se ve obligado a indagar sobre conductas de supervivencia en el mar e imitarlas en la praxis. Cada uno tiene su propia historia de aprendizaje, pero en cuanto a mi, llegó el día en que tuve que pararme frente a la ola , plantar los pies firmes en la arena, alistar el cuerpo como "en sus marcas", esperar estar a un metro del maretazo e irme contra este zambulléndome en sus mismas aguas. De allí, cerrar los ojos, nadar y nadar buceando hasta que sientes que la ola reventó y salir a la superficie. La sensación es de terror pero al final es épicamente satisfactoria. De hecho, en el mar (dentro de el) la vida es más sabrosa, si se sabe vivirla.   



El mar es salado, pero estar en él es como un postre agridulce. Trae dichas incomparables pero tambien malos momentos. Pero aún así amamos entrar al mar y sentir su frío calcinante (especialmente en el Pacífico), sentirnos vivos, ¿cierto? Si no existieran maretazos, el mar no sería lo mismo; sería tal vez un lago. Los lagos son bellos para mirar, pero mucha gente prefiere entrar en el mar por su dinamismo, porque le permite recrearse, expandirse. La vida es como el mar. Y debemos afrontarla tal como es. No es fácil. Nos reventarán muchas olas; nuestros jefes nos presionarán; romperemos relaciones sociales; reprobaremos varios exámenes; nos estafarán; no conseguiremos trabajo; nos engañarán; el mundo, con su basta información, y nuestro ego narcisista nos harán sentir miserables; nos darán golpes físicos y psicológicos muy fuertes. Pero si ya dimos el paso de estar en esta vida, no nos rindamos. Hagamos frente a la vida y zambullámonos en la realidad para superar las demandas del entorno y llegar a la meta que es "salir a la superficie exitosamente". Vendrán más olas, más problemas, nos entrará arena en los ojos, tragaremos agua con sal, pero ahí estaremos listos para dar frente a ellos. Así como enfrentar, una frase clave es no rendirse (enfrentar resistentemente). Vendrán tiempos en los que, ya curtidos, después de varias olas pasadas, aprovecharemos la fuerza de una de ellas para regresar a la orilla y descansar plácidamente en la playa; pero dejemos esa parte al tiempo.     


En la vida hay golpes muy, muy fuertes. No pretendamos no saber de ellos. Existen. Entonces, personalmente sugiero que al recitar el poema de Vallejo en nuestras vidas, podríamos alterarlo (con el respeto debido al autor), decir "hay golpes en la vida, tan fuertes. Yo lo sé", y hacer frente a los problemas para resolverlos con estrategias que iremos aprendiendo empíricamente a lo largo del tiempo. 

A quien entienda esta metáfora, muchas felicidades y bendiciones.